lunes, 21 de febrero de 2011

Impresiones de Florianópolis


1) El devenir del tiempo en la playa hace que los pensamientos fluyan. Sobre todo los más livianos. Y lo peor es que se pueden convertir en surrealistas.
Así sucedió que mientras tomábamos cervecita mirando el mar nos pusimos a encontrar parecidos en la gente que pasaba por la orilla. Vimos a un “Checho” Batista en sunga que jugaba a la paleta con su novia que de cara era igual a Nalbandian. No así de cuerpo; por suerte.
Al nuestro lado había una Sofía Pachano, con capelina, leyendo Crepúsculo mientras su novio surfista enfilaba para el agua.


De repente pasó un Ernesto Sábato en bermudas.
A la tardecita vino un Cristiano Rattazzi con un gatito rubio. Muy parecida, ella, a Silvia Pérez. Y con malla estilo ochenta, de esas que se ponían para salir en la tapa de la revista Libre o que salían en las películas de Olmedo y Porcel.
Había –siempre los hay, en cualquier playa tropical- un Bob marley remolcando un carrito que vendía caipiras y cocktails de frutas.
Estás igual!
2) Por la playa pasan: vendedores de choclos, quesos, cocadas, churros, helados, licuados, tigela da acaí, artesanos de pulsera-arito-vincha; al pareo, a la blusa, cd truchos, hamacas paraguayas, corpiños y pelotitas de no sé qué que –dicen- dan buen aroma a la ropa. Y todos conviven. Y se saludan. Y los de los bares no se enojan. Y no hay competencia –desleal, digo. Y tienen buena onda. Y no se matan mutuamente, ni se pegan tiros. Ni se gritan. El Dios Sol les provee a todos.
3) Al final de la Lagoa de Concenciao, en un sitio al que sólo se puede llegar por barco, hay un castillo.
-Lo construyó un argentino loco –dice el guía.
Cuenta que compró el lote a 400 mil reales y ahora lo quiere vender a 4 millones. Fue un capricho que se dio, parece.
Bajamos en la playita. El lugar es paradisíaco. Quisimos entrar, pero la casa estaba cerrada. Por las ventanas se veían los muebles nuevos y todas las comodiades de un palacio.
-El tipo lo mandó a hacer hace 15 años. Viene de vez en cuando. Pero se la pasa viajando por el mundo- agrega más datos el guía.
Nos vamos. Con la duda de saber quién es ese “loco”.
4) En la centro de Florianópolis está la única iglesia climatizada del Brasil. Apenas entrás se siente el frío como una bendición. Arriba de la puerta principal, mirando el altar, entre medio de cuadros religiosos, están ellos: los aires acondicionados, figuras de culto estival.
5) Maminha, faldinha, picanha. Son los nombres de algunos de los cortes de carne en Brasil.
6) havaianas, un commodity. Pero el marketing lo puede todo. Hay con cristales de Swaroski y salen 250 reales.
7) Los precios están casi iguales a la última vez que anduve por acá, hace tres años. Cerveja 3,5 reales en la playa.
8) Es díficil ser meteorólogo en este país: en minutos se pasa del temporal a día soleado. Y así sucesivamente. Este año, dicen, el clima está más loco que nunca.
9) La Skol sigue riquísima
10) Prendo la tele: hablan de inseguridad, cortes de luz. Paso de canal: Gran Hermano. Apago. Nada nuevo bajo el sol. Salvo, por suerte y para eso vinimos, el mismísimo sol.
11) Acá el tema central por varios días fue el monto del salario mínimo. Dilma proponía 545 reales. Y la oposición, entre 570 y 600. La nueva presidente, una técnica pragmática y de duro carácter, argumentó que si se aumentaba más el salario, la inflación se iba a empezar a desbocar. Además prometió "castigar" a los legisladores de la alianza de gobierno que no la acompañaran. Finalmente ganó y dio muestras de que tiene una base de poder fuerte para seguir.
12) Las palabras deberían corresponderse más con lo que significan. Chiste no suena a chiste. Sin embargo cuando los brasileños dicen "brincadeira" pienso que esa unión cumple. Brincadeira: me gusta esa palabra.
13) En un bar de la calle principal de Barra de Lagoa. Al lado tenemos un grupo de rubionas inglesas. Pero en ojotas. Intentan mimetizarse con el clima tropical. Les traen una Skol en lata. Y como si estuvieran en un pub londinense llenan el pequeño vaso hasta el tope, como si fuera una pinta de cerveza. Claro que se les calienta más rápido. Mejor en lata.
14) Con perdón de los presentes. Pero alguna vez tendrá que estudiarse la influencia de la alimentación y el microclima brasileño en la consistencia turgente de las nalgas de las señoritas.
15) Los que venden quesos en la playa portan su brasero a todos lados. Y pareciera que existe una competencia tácita para alardear quien lleva ese adminículo más deteriorado. La cuestión es que cuando le ponen orégano y empieza a salir ese oloricito se vuelve irresistibe.

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